La mejor forma de ayudar a mi hijo con la tarea es dejarlo hacerla solito.


Por Victoria González Descloux

7/5/2020

El coronavirus nos obligó a quedarnos dentro. Aunque algunos -que merecen todo nuestro reconocimiento- deben seguir saliendo, las mamás hemos tenido que acoplarnos a la nueva realidad. Estamos aprendiendo a conocer a nuestros niños, valoramos más el tiempo juntos y nos inventamos juegos y actividades divertidos, pero también implica un esfuerzo sobrehumano para hacer malabares entre el trabajo, la limpieza, la comida, y lo más demandante: la educación en casa. Hablo por muchas cuando digo que los profesores se llevan las palmas por su dedicación. Si bien todas queremos que nuestros hijos aprendan, a veces por tiempo o falta de paciencia, se nos hace más fácil resolverles el problema matemático o diseñar la maqueta de ciencias. ¡Error! Por varias razones, esto sólo los perjudica.

  1. El mensaje es que ellos no pueden hacerlo. Si nosotros resolvemos sus tareas y cotidianamente solucionamos sus problemas, lo único que les estamos diciendo es “no tienes la capacidad para hacerlo tú”. Por supuesto, y más si estamos educando en casa, existirán conceptos nuevos que tendremos que explicar. Debemos estar a su disposición para las dos mil preguntas que seguramente tendrán, pero es indispensable para su formación saber que SÍ pueden lograr lo que se propongan.
  • No les permitimos aprender. Como adultos, es normal que las tareas nos parezcan redundantes. Pensamos “si ayer mi hijo resolvió correctamente 20 sumas, ¿qué necesidad de dedicarle más tiempo hoy? Mejor que haga otra cosa.” Los niños aprenden a base de repetición y es muy importante que su cerebro haga conexiones neuronales desde temprana edad.
  • Cometer errores es parte de la vida. Por naturaleza, las mamás queremos evitarles cualquier pena a nuestros hijos y nos encantaría estar siempre presentes para despejarles los obstáculos, pero la vida está llena de dificultades y ellos también cometerán errores. Es preferible que aprendan a equivocarse desde pequeños para saber cómo procesar la frustración y el fracaso. Eso sí: es nuestro deber acompañarlos en el manejo de dichos sentimientos. Ayudarles a entender que es normal errar es infinitamente más formativo que hacerles creer que son perfectos e invencibles.
  • Aprenden a esforzarse. Entender que todos cometemos errores es muy enriquecedor y sin duda le evitará a nuestros hijos futuras decepciones, pero a nadie le gusta equivocarse. Dejarlos hacer su tarea solos les enseñará que, si quieren hacerla bien, deben esforzarse. Nosotros somos únicamente una herramienta para explicarles algo -aunque la mayoría de las veces Google nos tenga que ayudar-, pero son ellos quienes decidirán hasta qué punto quieren echarle ganas.
  • Aprenden que no hay error sin solución. Los niños, al igual que los adultos, pueden sentir que las consecuencias de un error son tan graves que es mejor no decirlo. Es importantísimo enseñarles que todo tiene solución. Cuando son pequeños, el regaño por algo tan banal como romper un vaso podría incitarlos a no aceptar su culpa, pero conforme crecen, los problemas también. Si aprenden desde pequeños que los errores se corrigen, será más fácil para los padres entablar una comunicación saludable y abierta.

Ver a nuestros hijos equivocarse mientras hacen su tarea y evitar corregirlos implica un ejercicio enorme de autocontención. Si les ofrecemos la información necesaria, explicamos y respondemos sus preguntas, la mejor forma de ayudarlos es no ayudarlos para nada.